lunes, junio 03, 2019

La mujer de ayer


la mujer de ayer
las perfecciones mermadas ruidosamente
ya nada reverdece para alcanzarnos hoy
se cierra el paso a nuestro encuentro
la mujer de ayer tras los vidrios biselados
está detenida por años
sus colmillos han crecido con su veneno que inmortaliza
otra vez seré la víctima
otra vez la noche enfebrecida punzará con su lanza letal
la mujer sobre la cama verá mi cuerpo morir
su veneno caerá a mis labios  
entrará a mi cuerpo como un aliento de muerte
mis órganos se hincharán    mis ojos saldrán de sus órbitas
sus dedos afilados tomarán mi cuello estrangulándome
hasta oír el estertor final
sus bellas manos degolladoras indetenibles surcarán
mi cuerpo que he dejado tras de mí
hurgará los espacios bajo los edredones  
sus mechones de cabellos los hará caer sobre mi desnudez
lamerá mi cuerpo  
se erguirá bajo el clímax reiteradas veces
la mujer de ayer cortará sus venas   
me servirá un café a la sombra del adiós
cantará canciones enmudecidas
llorará por mí sobre una cama vieja donde se deletrea
el olvido    sus ojos polvorientos sólo verán las cicatrices
que acumulan los años
yo veré tu cuerpo de ayer  
tus senos grandes de ayer detenidos en mis manos
frente a ti unos ojos un muro de ojos unos ojos pardos
unos ojos infelices que miran nuestros cuerpos zozobrar
bajo las crecidas aguas
el olor seminal a perpetuidad
tu voz de ayer grita sin gritar    
tu voz violentada anudada acorralada
acallada desde siempre
a lo lejos el mar   el parto    el caballo que no vendrá  
la ventana abierta para que salgan los malos augurios
relees papeles   oscilas entre ir y venir   nada está más
distante que este minuto que te enmudece
languideces tras el poseso
los caminos verdeantes se han cerrado definitivamente
con tus pasos dentro
aquí el veneno de ayer está sobre la mesa
los ovarios baldíos    el puñado de mariposas que sueltas
al atardecer sobre tu habitación
para que te acompañen en tu soledad
enmudece el mundo que te rodea
borras los dibujos que te estremecen
esos ojos que nos miran
esa inmovilidad de libros que nos da sombra  
los trapos tirados en el suelo
los bordes de todo lo que hay   
el filo del cuchillo en la yugular
tus colmillos bebiendo mi sangre   el reloj precipitado
hay una espesura en el aire que no deja respirar
la mujer de ayer a perpetuidad bajo la noche indetenible
sobre el camino que se va y nunca regresa
sobre esa ruleta que gira y gira hasta hacerse polvo.

Johnny Barbieri / Bandera de Herejes