Antología mínima de LIBRO HINDÚ (2005) de Johnny Barbieri
INDRANI EN TUS OJOS
Un hoyo al sur intangible que fue abriéndose para mirar el mundo,
las variaciones ascendentes de una naturaleza presente en tus ojos.
Una voz de mujer anunció el inicio de la transformación, ahora está allí dibujando el cielo sobre el tapiz de las paredes, clavando aquellos cuchillos sobre su pecho en un ritual de iniciación.
Indrani está en la hierba edificando una casa bajo un piano, llamando a Galba que se oculta en esa choza polvorienta de esteras rotas donde ayer colgaba las cicatrices de su cabeza, estaba desnuda
multiplicándose, delineando sus formas con los cosméticos viejos y las cenizas de aquella tarde muerta en sus manos.
Un hoyo al sur sobre la polvareda la recuerda, una belleza eterna tirada hacia atrás por el viento que levantaba sus cabellos, los muérdagos bajo los pies, la rafia celeste que hacía el cielo,
la línea bifurcada hacia los extremos de su ser y la nada,
la recuerda esta cuesta arriba hacia el infinito que no termina.
La luz de la vida no estaba en sus ojos, estaba en el bus yendo al Nirvana.
UN CISNE SOBRE UN LAGO PÚRPURA
Un cisne que cuelga del lago trasluce la magnitud del día y la noche,
el otoño de los años enumerados que es la suma de este horror que todo
lo contiene.
Un bosque de albas emerge de lo oscuro donde tus miedos están acumulados en un rincón.
El lago hecho de pedazos de periódicos envuelve tu desnudez. Tu cabeza púrpura se yergue ante mis ojos, tu cuerpo flota en medio de la noche mientras doce cisnes te rodean en una danza infinita.
Una ventana se abre en el aire para que el mundo te vea, hay muertos flotando en el lago boca arriba con los brazos extendidos. Nadie los ve.
Un poco de luz se derrama a lo largo del día mientras danzas una música hindú que lo alcanza todo.
Hay arrugas en tu piel, dos puntazos de lanza en tu cráneo, cicatrices de partos y sólo a ti te preocupa la menopausia que no te deja bailar como antes, pero estás vieja y eso todos lo saben.
Mañana será domingo y estarás mejor, recordarás aquella estación de los iniciados que simbolizaban utopías hechas a mano.
El espíritu liberado que ahora teje recuerdos
al borde de un lago púrpura que se nos va por entre los dedos.
MUDRA
La cantante retira su belleza con las pinzas más pequeñas,
la coloca al costado de su peluca roja,
su tez delgada evidencia recetas caras, trasluce huesos como las pinturas de una xilografía oriental,
danza sobre sus vestidos recién quitados,
alcanza el éxtasis en medio de la habitación,
sus tonos asimilan indicios de un cuerpo sutil.
Como una recién nacida se dobla, se enreda en sí misma,
a veces su cabeza gira, sus miembros inferiores autónomos van de un lado al otro, caminan por las paredes balanceándose,
pisan los gladiolos sembrados en enero,
tal lasitud se apodera de ella,
irritada salta sobre las pedrerías que la rodean desde siempre.
La cantante coge su belleza y se la pone en la cara
a un costado de una grieta que abrupta el suelo, el seno izquierdo se le ha caído sin darse cuenta,
la forma de mujer oriental se ha roto,
hay mudez en todos los rincones,
una inercia casi vegetativa que se va extendiendo raudamente,
coge los clavos que sujetan sus extremidades,
salta y da vueltas, se acuerda que le falta un pie
y que el plexo lo lleva atrofiado por años,
sin importarle nada,
una vez más,
la cantante se ha puesto a cantar.
KRISHNA LILA
Al principio su cabeza estaba ligeramente abultada a la derecha
con pequeños muñones de flores amarillas recién arrancadas del jardín.
Tenía en las manos el hueso astillado de aquellos martes de almizcle
impregnados en su piel,
los Mantras hecho de hierbas que se extendían a lo largo del camino para que anduviera en las tardes.
Nada hubo detrás más que aquella belleza lila de cinco minutos que se fue con los años.
A veces su cabeza rapada presentaba una lobotomía sacra como símbolo de conversión, y aquella mancha lila en la frente se disimulaba cuando se dejaba caer en los rituales del Yoga Samadhi
y su desnudez era lila total,
y los pies del aprendizaje Krishna se le acercaban lentamente
y la poseía a horcajadas,
y el césped celestial se volvía lila interior,
y los espacios que los ojos distinguían llevaban en las manos
un corazón lila,
un latido lila latiendo en el aire para que todo el mundo lo viera.
Así lo vieron mis ojos desde siempre.
EL CUERVO BLANCO
Su centro ha sido ocupado por el cuervo de la purificación.
La cópula está pintada en blanco sobre un lecho giratorio.
El cielo gira alrededor nuestro.
Sus nalgas permanecen alzadas sobre el diván mientras voy sesgando las impurezas que quedan en el suelo,
sus ojos buscan en el aire las huellas de la satisfacción tántrica.
Giro, hago círculos con mis manos sobre su cuerpo mientras su olor a almizcle lo va impregnando todo.
Ml tallo de jade echa raíces por aquellos espacios nunca antes recorrido.
El color blanco se derrama sobre su postura, un halo me envuelve, hay esencia en mí.
Las contracciones alcanzan a liberar la energía que hace mover el mundo.
INDRANI EN TUS OJOS
Un hoyo al sur intangible que fue abriéndose para mirar el mundo,
las variaciones ascendentes de una naturaleza presente en tus ojos.
Una voz de mujer anunció el inicio de la transformación, ahora está allí dibujando el cielo sobre el tapiz de las paredes, clavando aquellos cuchillos sobre su pecho en un ritual de iniciación.
Indrani está en la hierba edificando una casa bajo un piano, llamando a Galba que se oculta en esa choza polvorienta de esteras rotas donde ayer colgaba las cicatrices de su cabeza, estaba desnuda
multiplicándose, delineando sus formas con los cosméticos viejos y las cenizas de aquella tarde muerta en sus manos.
Un hoyo al sur sobre la polvareda la recuerda, una belleza eterna tirada hacia atrás por el viento que levantaba sus cabellos, los muérdagos bajo los pies, la rafia celeste que hacía el cielo,
la línea bifurcada hacia los extremos de su ser y la nada,
la recuerda esta cuesta arriba hacia el infinito que no termina.
La luz de la vida no estaba en sus ojos, estaba en el bus yendo al Nirvana.
UN CISNE SOBRE UN LAGO PÚRPURA
Un cisne que cuelga del lago trasluce la magnitud del día y la noche,
el otoño de los años enumerados que es la suma de este horror que todo
lo contiene.
Un bosque de albas emerge de lo oscuro donde tus miedos están acumulados en un rincón.
El lago hecho de pedazos de periódicos envuelve tu desnudez. Tu cabeza púrpura se yergue ante mis ojos, tu cuerpo flota en medio de la noche mientras doce cisnes te rodean en una danza infinita.
Una ventana se abre en el aire para que el mundo te vea, hay muertos flotando en el lago boca arriba con los brazos extendidos. Nadie los ve.
Un poco de luz se derrama a lo largo del día mientras danzas una música hindú que lo alcanza todo.
Hay arrugas en tu piel, dos puntazos de lanza en tu cráneo, cicatrices de partos y sólo a ti te preocupa la menopausia que no te deja bailar como antes, pero estás vieja y eso todos lo saben.
Mañana será domingo y estarás mejor, recordarás aquella estación de los iniciados que simbolizaban utopías hechas a mano.
El espíritu liberado que ahora teje recuerdos
al borde de un lago púrpura que se nos va por entre los dedos.
MUDRA
La cantante retira su belleza con las pinzas más pequeñas,
la coloca al costado de su peluca roja,
su tez delgada evidencia recetas caras, trasluce huesos como las pinturas de una xilografía oriental,
danza sobre sus vestidos recién quitados,
alcanza el éxtasis en medio de la habitación,
sus tonos asimilan indicios de un cuerpo sutil.
Como una recién nacida se dobla, se enreda en sí misma,
a veces su cabeza gira, sus miembros inferiores autónomos van de un lado al otro, caminan por las paredes balanceándose,
pisan los gladiolos sembrados en enero,
tal lasitud se apodera de ella,
irritada salta sobre las pedrerías que la rodean desde siempre.
La cantante coge su belleza y se la pone en la cara
a un costado de una grieta que abrupta el suelo, el seno izquierdo se le ha caído sin darse cuenta,
la forma de mujer oriental se ha roto,
hay mudez en todos los rincones,
una inercia casi vegetativa que se va extendiendo raudamente,
coge los clavos que sujetan sus extremidades,
salta y da vueltas, se acuerda que le falta un pie
y que el plexo lo lleva atrofiado por años,
sin importarle nada,
una vez más,
la cantante se ha puesto a cantar.
KRISHNA LILA
Al principio su cabeza estaba ligeramente abultada a la derecha
con pequeños muñones de flores amarillas recién arrancadas del jardín.
Tenía en las manos el hueso astillado de aquellos martes de almizcle
impregnados en su piel,
los Mantras hecho de hierbas que se extendían a lo largo del camino para que anduviera en las tardes.
Nada hubo detrás más que aquella belleza lila de cinco minutos que se fue con los años.
A veces su cabeza rapada presentaba una lobotomía sacra como símbolo de conversión, y aquella mancha lila en la frente se disimulaba cuando se dejaba caer en los rituales del Yoga Samadhi
y su desnudez era lila total,
y los pies del aprendizaje Krishna se le acercaban lentamente
y la poseía a horcajadas,
y el césped celestial se volvía lila interior,
y los espacios que los ojos distinguían llevaban en las manos
un corazón lila,
un latido lila latiendo en el aire para que todo el mundo lo viera.
Así lo vieron mis ojos desde siempre.
EL CUERVO BLANCO
Su centro ha sido ocupado por el cuervo de la purificación.
La cópula está pintada en blanco sobre un lecho giratorio.
El cielo gira alrededor nuestro.
Sus nalgas permanecen alzadas sobre el diván mientras voy sesgando las impurezas que quedan en el suelo,
sus ojos buscan en el aire las huellas de la satisfacción tántrica.
Giro, hago círculos con mis manos sobre su cuerpo mientras su olor a almizcle lo va impregnando todo.
Ml tallo de jade echa raíces por aquellos espacios nunca antes recorrido.
El color blanco se derrama sobre su postura, un halo me envuelve, hay esencia en mí.
Las contracciones alcanzan a liberar la energía que hace mover el mundo.
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