miércoles, febrero 28, 2007



I

Hay una virgen negra en la página veintitrés
con cabellos que despliegan albas de orfebrería
hosannas fotografiadas de perfil al pie de un despeñadero
una virgen alumbrada con teas de alambres oxidados
un esqueleto de luz que se levanta
sobre un piso de dominó cargado de espectros
se abren surcos sobre el charco que refleja
un cielo de azul cobalto
Dentro de un libro de defunciones que te contiene
mañana iré a ponerte rosas
a prenderte inciensos
y tú estarás en la página acostumbrada
con una luz alumbrando tu muerte.


III

Lo azul era pequeño
el raudo giro a la derecha era pequeño
el cielo poseía lo azul de tu confín soñado
lo sucio de tus ojos
dos nubes engrapadas a lo largo de tu existencia
el piso del cuarto estaba cargado de polvo
las bancas de los parques estaban cargadas de viejas cicatrices
un árbol sin hojas exhibía sus pulmones enfermos
un perro desconocido excavaba hasta perderse bajo la tierra
las calles estaban vacías largas como nunca
toda esa vastedad de imaginarte se había reducido
a un par de imágenes fijas monótonas
que se hacían indistinguibles
atrás quedaban los vanos gritos
los atajos a la noche
el ir a no sé donde con los muñones de una utopía
en la mano
sólo ir perderse largarse de inmediato
envejecer en un rincón cualquiera
a solas
y morir de una vez para que todos te olviden.


XXXI
Sobre el suelo baldío quedó atrapada su zapatilla roja
los días y los meses pasaron sin darnos cuenta
y una raya deleznable se abrió paso entre la realidad y yo
sus piernas lentamente fueron cayendo como succionados
por la tierra
con un hacha corté kilómetros de árboles para hacer
una fogata y calentar su cuerpo
clavé en la pared un horizonte con relieves de montañas
pinté en el suelo un río con cardúmenes fosforescentes
codornices en el aire volando hacia el norte
la tierra había engullido su cuerpo hasta el cuello
horrorizado corrí hacia la calle
llamé a todo el mundo y nadie me oía
busqué a mi madre y no la hallé nunca
mi padre había muerto hace algunos años
mi hijo no existía
regresé al cuarto y sólo vi su mano desvanecida
bajo un velador encendido y esa opacidad que la noche
traía consigo como una imagen onírica
repitiéndose inevitablemente una vez más.


XXXV
Virgen de basalto
en este día cargado de muerte
te pido que guíes los pasos de Eleanor
te pido que le bajes los frutos porque ella es pequeña
desquiciada no tiene ojos
está decrépita y se desangra.


XXXVI
Al sur está Eleanor
tejiendo sobre un tapiz el instante de su muerte
al sur está el dorsal quebrado
al sur está mi patria sin ruedas
al sur está la vuelta a la luz
que ilumina el mundo.


XXXVII
Un candelabro alumbra Europa
desde aquí lo veo
desde esta terraza anacrónica donde el horizonte
nos muestra Lima bajo un invierno gris
allí creció tus sueños de recorrer el mundo
pero aún estás aquí
entre nosotros
comprando los colores más intensos para pintar
Europa con sus ciudades y sus mares
y pintarle nuevos ríos y nuevas llanuras
barcazas de hojalata para echarlas a andar
por el mediterráneo
de papel serán los murciélagos
las islas serán violetas con cadáveres de pájaros
del subterráneo harás crecer alambreras con buitres colgados
y crearás rascacielos pondrás alas a los lagos
de negro pintarás las lamentaciones
las tinieblas lo harás verde safari
la espina dorsal del continente sangrará sangre azul
los frutos crecerán por el septentrión
el Sena se levantará y huirá por los Pirineos
Europa será un horror
un horror que tú quisiste crear
un bello horror que se fue contigo.


XXXVIII
Aquella muchacha senil está colgada el martes
conocí su color oscuro
su tristeza subterránea
su corazón roto regado por el suelo
desempacaba equipajes de un viaje que nunca emprendió
sé que odiaba los espacios cerrados
la multitud estática desconocida llena de tribulaciones
los edificios que oscurecían las calles
Aquella mujer tenía la cabeza tirada en el suelo
nueces amontonadas al pie de un retrato familiar
flores que crecían sobre la alfombra descolorida
clavaba montañas con nubes negras y lluvias
que caían sólo para ella
encendía inciensos para crear bosques de humo
que se extendían por toda la tierra
la mujer que estaba muerta sacó su cuerpo de su catafalco
tomó su muerte y la aventó por la ventana.

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