la mujer de ayer
las
perfecciones mermadas ruidosamente
ya
nada reverdece para alcanzarnos hoy
se
cierra el paso a nuestro encuentro
la
mujer de ayer tras los vidrios biselados
está
detenida por años
sus
colmillos han crecido con su veneno que inmortaliza
otra
vez seré la víctima
otra
vez la noche enfebrecida punzará con su lanza letal
la
mujer sobre la cama verá mi cuerpo morir
su
veneno caerá a mis labios
entrará
a mi cuerpo como un aliento de muerte
mis
órganos se hincharán mis ojos saldrán de sus órbitas
sus
dedos afilados tomarán mi cuello estrangulándome
hasta
oír el estertor final
sus
bellas manos degolladoras indetenibles surcarán
mi
cuerpo que he dejado tras de mí
hurgará
los espacios bajo los edredones
sus
mechones de cabellos los hará caer sobre mi desnudez
lamerá
mi cuerpo
se
erguirá bajo el clímax reiteradas veces
la
mujer de ayer cortará sus venas
me
servirá un café a la sombra del adiós
cantará
canciones enmudecidas
llorará
por mí sobre una cama vieja donde se deletrea
el
olvido sus ojos polvorientos sólo
verán las cicatrices
que
acumulan los años
yo
veré tu cuerpo de ayer
tus
senos grandes de ayer detenidos en mis manos
frente
a ti unos ojos un muro de ojos unos ojos pardos
unos
ojos infelices que miran nuestros cuerpos zozobrar
bajo
las crecidas aguas
el
olor seminal a perpetuidad
tu voz de ayer grita sin gritar
tu voz violentada anudada acorralada
acallada desde siempre
a lo lejos el mar
el parto el caballo que no vendrá
la ventana abierta para que salgan los malos
augurios
relees papeles
oscilas entre ir y venir nada está más
distante que este minuto que te enmudece
languideces tras el poseso
los caminos verdeantes se han cerrado
definitivamente
con tus pasos dentro
aquí el veneno de ayer está sobre la mesa
los ovarios baldíos el
puñado de mariposas que sueltas
al atardecer sobre tu habitación
para que te acompañen en tu soledad
enmudece el mundo que te rodea
borras los dibujos que te estremecen
esos ojos que nos miran
esa inmovilidad de libros que nos da sombra
los trapos tirados en el suelo
los bordes de todo lo que hay
el filo del cuchillo en la yugular
tus colmillos bebiendo mi sangre el reloj precipitado
hay una espesura en el aire que no deja respirar
la mujer de ayer a perpetuidad bajo la noche
indetenible
sobre el camino que se va y nunca regresa
sobre esa ruleta que gira y gira hasta hacerse
polvo.
Johnny Barbieri / Bandera de Herejes
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